FRANCISCO ROMERO (Siglo XVIII-XIX) PRECURSOR DE LA CIRUGIA CARDIACA EN ALMERIA
Un acontecimiento decisivo para la Historia de la Medicina Universal para la Historia de la medicina de España, y en especial para la de nuestra provincia, tuvo lugar entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX: LA PRIMERA OPERACIÓN DEL CORAZÓN QUE SE HIZO EN EL MUNDO SE REALIZÓ EN ALMERÍA Y SOBRE ENFERMOS ALMERIENSES, entre 1797 y 1812 por el médico cirujano FRANCISCO ROMERO que adelantándose al ritmo general europeo de los años finales de la Ilustración supo poner a prueba su audacia y valentía en el arte de curar enfermos. Romero es el primer hombre que intenta con éxito el abordaje quirúrgico del corazón. En Almería, éste pionero de la cirugía española triunfó donde fracasaron los más celebres cirujanos de su tiempo y anteriores. Francisco Romero, durante su estancia en Almería, es efectivamente el verdadero iniciador de la Cirugía cardiaca en el mundo.
Almería pasa así a la historia de la Medicina, pues aquí hace dos siglos, sin anestesia, hemostasia ni equipos transfusionales, un solitario, un hombre independiente, audaz, ¿un osado?, un forzado por las circunstancias?,inicia una especialidad quirúrgica que aún hoy ofrece grandes dificultades técnicas. Tanto Almería como Francisco Romero, en su papel dentro de la Historia de la Medicina Española han sido olvidados por los historiadores de la ciencia, desde casi que ocurrieron los hechos, hasta 1963 en que el profesor López Piñero (en colaboración con el Dr. Peset), se ocupan del tema en un trabajo muy meritorio pero algo escaso en datos biográficos sobre este médico en Almería. No obstante estos dos autores pasan por alto una publicación de 1921 de don Víctor ESCRIBANO Y GARCÍA: (1921): Romero y la pericardiotomía. Rev. Española de Cirugía. Abril. (Separata de 15 páginas en Imprenta Cosano de Madrid, 1921) que es rara y desconocida para muchos Yo mismo publiqué un esbozo de su vida y obra en 1980 y posteriormente se ha publicado una monografía sobre Francisco Romero debida a Don José Pascual Rodríguez. Más recientemente el libro de Trino Gómez Ruiz se ocupa ampliamente de Romero, aportando datos nuevos y descubrimientos definitivos sobre su vida y su obra. .Ni Pascual Rodríguez, ni Trino Ruiz, ni López Piñero , ni yo mismo hicimos referencia al tal vez uno de los primeros trabajos que sobre Romero escribió el médico granadino Dr. Escribano en 1921.
EL HOMBRE
Francisco Romero, nació hacia 1770, en Concabella, provincia de Lérida, diócesis de Urgel. Era hijo del doctor Don Juan Romero y de Doña Antonia Triguels. Casó con doña Engracia Vidal Martín, natural de Tosa. Tuvo dos hijos, Pablo y Tomás éste último nacido muy probablemente en Almería.
Cursó los primeros estudios en su pueblo natal. Alcanzó el grado de bachiller en Teología. Aprendió por ello perfectamente el Latín, idioma en que escribe sus principales obras médicas. Estudió en la universidad de Huesca y en 1795 (curso 1795-1796) obtiene el grado de bachiller en Medicina por dicha universidad graduándose de Licenciado y Doctor en 1799 (Curso 1798-99.). Completó sus estudios en el colegio de Cirugía de Barcelona donde obtuvo la licenciatura en dicha facultad.
Los títulos que a lo largo de su vida ostenta son: Bachiller en Teología, catedrático por oposición de la Facultad de Medicina de Huesca (sobre este título existen dudas, al no aparecer en la relación de catedráticos de Huesca por ese tiempo, y sin embargo es el mismo Romero quien en su obra refiere haber obtenido tal título académico: “Las observaciones del doctor Ciprés, que hace tiempo enseñó medicina con autorización real y con aplauso unánime en nuestra Universidad Oscense Sertoriana en Aragón, en la que yo también, de joven, fui catedrático, previa oposición, demuestran...” (Este dato biográfico parece dudoso a no ser que Romero pretenda exagerar sus méritos académicos ante los franceses.)
Director del balneario de Aguas Termales de Sierra Alhamilla en Almería, miembro de la Academia de Medicina de Barcelona, socio correspondiente de Extranjeros de la Sociedad de la Escuela Médica de París, médico de Las Armadas de S.M. católica. Fue además Director del Hospital Militar de Almería y médico titular del Hospital Real de Santa Maria Magdalena de Almería. Médico del ejército con dos años de residencia en Madrid, miembro asociado de la Academia de Medicina de Barcelona y correspondiente de la de París, medico titular de la ciudad de Almería en 1812 Fue nombrado el 12 de Abril médico titular del Hospital de Santa Maria Magdalena y en Mayo, médico titular del municipio, junto a Don Vicente Tamarit.
Fue protagonista como ya hemos dicho y precisamente en Almería, de un acontecimiento decisivo para la historia Universal de la Medicina.: Romero realizó la primera toracotomía seguida de pericardiotomía, logrando la curación del enfermo.
Solicita ser nombrado médico de Almería en 1812.
Los anteriores datos biográficos modifican los sospechados por López Piñero y Peset (1963), p.61, que consideran a Romero natural de Barcelona, formado en el Colegio de dicha ciudad y Catedrático de Huesca (no figura como tal en ninguna de las fuentes documentales de dicha universidad, tal como amablemente me aseguró Don Laureano Menéndez de la Puente en comunicación personal el año de 1980.
Poco tiempo después pasa a ejercer a Almería donde consta "vivió largo tiempo". Se sabe que en 1801, realizó en nuestra ciudad su primera intervención quirúrgica a un paciente afecto de hidropesía.
Pero existe una prueba documental que confirma que Romero estaba en Almería en 1802, se trata de un memorial al Ayuntamiento de Almería en Junio de 1802, en el que presenta los méritos y titulaciones que lo acreditaban para poder ejercer la medicina y la cirugía.
Este documento reza así:
"El 4 de Junio de 1802 "se vio un Memorial del Doctor D. Francisco Romero, médico cirujano estante en esta ciudad, en que dice hace presentación de los títulos que le autorizan para ejercer la facultad de cirujano médico por convenirle desvanecer la variedad de conceptos, suponiéndole sin legítimos títulos que en efecto a favor de D. Francisco Romero hay librados varios certificados de sus estudios, actos literarios, de socio en la Real Academia de medicina práctica de Barcelona y también un título de la Junta General de Gobierno de la Facultad de Medicina y Cirugía, su fecha en San Ildefonso, a 30 de Agosto de 1799, por el que se le da licencia para que use y ejerza la mencionada facultad de cirugía y medicina. Acordó por presentados dichos documentos como así mismo el título de Doctor, sin que se resten otros pertenecientes a dicha facultad por cuya razón y por acreditar con la Boleta y Pasaporte la identidad de su persona, está removida toda sombra d sospecha que ofenda al referido Romero; y a fin de que pueda acreditarlo más y más le librará testimonio de este acuerdo” (AMA, sg.) 108. Actas de Junio de 1802.
Gómez Ruiz opina que estos títulos fueron presentados por Romero forzado por las denuncias, envidias, recelo o críticas de los médicos y cirujanos almerienses, debido al prestigio que Romero iba adquiriendo por sus revolucionarios y atrevidos métodos, osadas intervenciones y arriesgadas curas.¿Fue por eso que se vino de Cataluña?
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Francisco Javier de Burgos mentor de Romero para la plaza de médico del hospital en 1812
Marat en su" Dictionaire des Scientes Medicales" afirma: "Romero ha vivido largo tiempo en Andalucía y en especial en Almería" (p.67. En otro lugar se lee también que:"Los casos presentados por Romero pertenecen todos a su periodo de ejercicio profesional almeriense" L. Piñero, (p.63.)
Romero ejerce en Almería desde finales o principios de siglo, hasta 1812-14 en que marcha a Francia como luego veremos. ¿O esos dos años son los de Madrid, como médico militar?
Un dato de su estancia en Almería aparece en Ochotorena donde textualmente puede leerse:
"5 de abril (1812), se ven las solicitudes para plaza de médico, por fallecimiento de D. Pedro Marzal. Una de Don Esteban Font, otra de Don Alfonso Fernández, la última de Don Francisco Romero con la recomendación de Don Francisco Javier de Burgos Se nombra a éste último" . Ésta “oposición” tiene seguramente repercusiones en actuaciones políticas que uno de los opositores, Esteban Font, emprende contra los liberales (véase la biografía de Esteban Font y Moll en este mismo trabajo).
Después de esto se sabe que en el año 1814, Francisco Romero ya está en Francia donde comunica en la Facultad de Medicina de París, los resultados de su larga experiencia en el tratamiento de la pericarditis (pericardiotomía)sobre enfermos de la ciudad de Almería y sus alrededores.
Ante estos datos seguros caben, en favor de futuras investigaciones, los siguientes razonamientos sobre la biografía de Romero:
Llega recién graduado a la costa oriental andaluza donde adquiere fama por sus éxitos en el tratamiento de las cardiopatías infecciosas, y otros procesos de difícil curación por entonces. Esto y su posible afrancesamiento le hace relacionarse con personas relevantes de su tiempo como Francisco Javier de Burgos que era Subprefecto en Almería (afrancesado) durante la ocupación de la ciudad por los franceses (1810 a 1812) y personaje muy influyente que pasa a ocupar plaza de corregidor en Granada en 1812, y se destierra a París, acompañando a las tropas francesas. Este personaje recomienda a Romero para la vacante de médico del Hospital Provincial de Almería en abril de 1812.Habían sido encargados hasta entonces del mismo los franceses: "mister Dubois" (cirujano) y el Dr. Gilabert. Romero obtiene fácilmente la plaza pero sus relaciones con los afrancesados, o su misma condición de afrancesado, le obligan entre 1812 y 1814(fecha de regreso de Fernando VII a España), a marcharse primero a Madrid y después a París donde le vemos en 11 de Mayo de 1814.Allí presenta ante la Sociedad de la Escuela Médica de París la memoria titulada: “Observatio de pectoris hydrope", con el objeto parece ser de ser admitido en dicha Sociedad.Fue examinado por el Sr. Merat y el Sr. Husson aprobándose su informe y conclusiones. En el informe se le llama "médico de Cataluña
" que " ha vivido largo tiempo en Andalucía" en "cuyas costas hay mucho hidrotórax".
Lo más probable es que fuera recomendado por Javier de Burgos para médico del Hospital de Almería Tras la reacción absolutista de 1814Parece ser que estuvo dos años en Madrid donde adquiere experiencia y conocimiento del llamado “cólico madrileño” y emigrara a Francia como lo hizo el propio Javier de Burgos y otros muchos personajes y médicos de talante liberal La emigración de los médicos afrancesados españoles a Francia fue uno de los mecanismos de "comunicación científica" entre España y Europa a principios el Siglo XIX. Como también lo fue la estancia de eminentes médicos franceses en España durante la Guerra de la Independencia.
¿Regresó Romero a España tras el advenimiento del trienio liberal de 1820?.
ALMERIA EN LA HAZAÑA DE FRANCISCO ROMERO
Romero presenta en la Sociedad Médica de París ocho casos quirúrgicos: cinco de hidrotórax (ésta operación se venía realizando desde antiguo) y tres de pericarditis tratados estos últimos quirúrgicamente mediante pericardiotomía, operación ésta en la que fracasaron primero Larrey y luego Dessault (fundador en Francia de la cirugía reglada anatómicamente) Dessault, tiempo atrás la intentó obteniendo un "fracaso estrepitoso" sobre un enfermo que murió a los cuatro días (ninguno de los dos autores citados había abordado el saco pericárdico, sino zonas vecinas ), mientras que de los cinco casos de hidrotórax que Romero intervino en Almería, menores de 35 años, dos mujeres y tres hombres, sanaron todos menos uno; y de los tres operados de pericarditis, sanan dos y muere uno. Respecto a la pericardiotomía, Romero actuaba precozmente, abordaba el pericardio a través del espacio intercostal situado más arriba que el que perfora Dessault, entre la sexta y la séptima costillas y ponía un drenaje La causa de muerte de uno de los tres pacientes según Merat, fue el haber rechazado el uso de corroborantes -esto es: medicamentos tónicos y vigorizantes- tras la intervención.
La experiencia sobre los relativamente numerosos casos de intervenciones por entonces tan difíciles la adquiere Romero en la costa almeriense La totalidad de los casos "pertenecen todos a su ejercicio profesional en la costa almeriense" debido a que como indica en su "Memoria", en esta zona abundaba esta patología de modo extraordinario sobre todo en las personas jóvenes"(en "la flor de su edad", dice textualmente) y por los siguientes motivos:
a)Climáticos: Almería tiene un viento del sur muy cálido y húmedo, y sus habitantes tienen la mala costumbre de dormir "desnudos y con las ventanas abiertas"
b)Geográficos: Almería rodeada de altas montañas sufre bruscas variaciones atmosféricas.
c)Alimenticios: Los almerienses sufren una alimentación insuficiente; abundantes farináceos, papillas de maíz (se trata de las migas y de las gachas), y todo muy salado y preparado con aceite de olivas. Raramente beben vino.
d) Médicos: Abusan mucho de las sangrías.
Por tales causas son frecuentes los casos de "hidropesía cardiaca" en tierras almerienses.
El tratamiento médico con diuréticos o con escila (planta diurética y estimulante del músculo miocárdico), purgantes y colagogos, no le daba el resultado apetecido y se ve obligado por esto a emplear el tratamiento quirúrgico, no sin antes asegurarse de que el proceso no era de origen secundario a un aneurisma cardiaco sino de carácter esencial. La paracentesis que en principio intenta, le fracasaba. Intentó otra técnica: la incisión de un espacio intercostal suficiente para hacer salir el líquido acumulado entre la membrana y el corazón, La abertura postoperatoria había que drenarla con una "mecha de hilas". Efectuada con destreza y cuidado, el éxito era seguro.
LA OPERACIÓN DE ROMERO EN LA HISTORIA DE LA CIRUGÍA.
La intervención era superior en técnica a la propuesta anteriormente por Laenecc.-incisión esternal que conllevaba la entrada de aire en el mediastino-y fue considerada por los magnates de la Academia Francesa como muy avanzada para la medicina de 1800.
Merat(1780-1851), cirujano. de la enfermería de la casa de Napoleón , publica en el "Boletín de la Facultad de Medicina de París". T.IV (1814-15) un resumen de la sesión en la que se lleva a cabo la comunicación de Romero-11 de mayo de 1814- donde se critican y ponderan sus resultados. La "Memoria" fue aprobada y Francisco Romero admitido en la Sociedad de la Facultad de Medicina de París. Merat opina que la operación propuesta por Romero, debe seguirse de tratamiento médico; que en efecto es superior a las efectuadas anteriormente por Larrey y Dessault, pero critica que Romero no abundara en el diagnóstico diferencial entre hidropericardio y neumotórax. Luego añade que la técnica es muy delicada por peligrosa y solo debe ser realizada por "los maestros del arte".
La labor de Romero obtuvo a partir de 1814, una difusión grande, siendo recogido en muchas obras y órganos de información médica posteriores como el ya referido "Dictionare des Scientes Medicales"(1819)--lo recoge en su artículo”: Pericarditis"(T.XL, pp.369-375),también redactado por el Dr.. Merat.
Reproduzco a modo de ejemplo parte de la traducción de sus obras que aparece en Pascual Rodríguez :
Se trata de textos útiles para el conocimiento de la historia médica almeriense de aquel periodo así como para el conocimiento de ciertos datos biográficos de Romero y de las técnicas quirúrgicas que empleó
“ Sapientísima Academia: Habiéndome consagrado durante 22 años a una Facultad de Apolo, he tenido muchísimos enfermos de ambos sexos para curar afectados de hidropesía de pecho; pues esta enfermedad casi endémica en los pueblos y ciudades del litoral almeriense en Andalucía, próximos al mar quita de enmedio a los hombres en la flor de la edad. Puesto que el primero de los deberes del médico es conservarla salud actual de los hombres, intenté con todas mis fuerzas poner obstáculos y barreras a tamaña enfermedad; pero trabajé en vano con los que gozaban de salud, pues descuidaban mis consejos de prevención. Por este motivo me vi obligado a poner por obra el segundo de los deberes del médico: devolver a los enfermos la salud perdida
De ninguna manera me atrevería a combatir ante vosotros sapientísimos doctores si no estuviera escrito lo dicho tan sabiamente por uno en la Facultad, y que no hay que desperdiciar: 'escucha al docto, al más docto y al indocto; quizá de sus rudas palabras se te revelará el remedio'.
La hidropesía de pecho observada por mí mata a los hombres a lo sumo en cuarenta días tras atormentarlos durante varios meses, por fin los acaba. La hidropesía de pecho consiste en una acumulación de líquido seroso fuera de lo natural en la cavidad del pecho; este líquido puede estancarse en ambas cavidades del pecho, o en el pericardio, o en el mediastino, o puede ocupar la tela celulosa delos pulmones, o sus intersticios.
A continuación refiere con detalle la sintomatología:
Mientras ocupa la cavidad del pecho, la enfermedad avanza, así el semblante empieza a perder su aire natural, los ojos se toman tristes, se dilata la pupila, por las mañanas los párpados aparecen hinchados, se debilita la vista, el moverse y tiene dificultad para respirar, sobre todo al subir escaleras; disminuye el apetito; la lengua se cubre de mucosidad; la piel se queda sin humedad seca y fría sobre todo en las extremidades; disminuye la orina, no siente ninguna sed, y a veces, se le presenta un deseo grandísimo de beber agua fría; dificultad de acostarse sobre el costado sano, despertar repentino, apenas cogido el primer sueño con miedo de estarse ahogando y con ansias de avanzando la enfermedad se observa una pequeña fiebre que aumenta por la noche, y, si hay líquido seroso en ambas cavidades del pecho, el enfermo se ve obligado a estar erecto en el lecho, con el cuerpo un poco doblado hacia atrás; el pulso se percibe lento, débil, desigual; a veces, se observa un edema en las manos, pero siempre alrededor de los maléolos, parálisis de un brazo o de la nariz extremadamente abiertas; la lividez del rostro y de «s labios, la fiebre anómala, los ojos que saltan de las órbitas, el estertor que se añade, cambian en muerte la vida del enfermo.
Mientras el liquido seroso se halla estancado en el pericardio la enfermedad es tan difícil de conocer, que con mucha frecuencia engaña a los más expertos; pues aunque la presión y la sensación de angustia en la cavidad anterior del tórax, y la aplicación continua de las manos allí (según el proverbio vulgar: ubi manus, ibi dolor -donde van las manos allí está el dolor-), las palpitaciones del corazón, el pulso un poco endurecido, desigual y con frecuencia dícroto, la tos, las lipotimias hacen sospechar que el pericardio está afecto de hidropesía puesto que estos signos son comunes con los síntomas del corazón y de los aneurismas de los vasos adyacentes a él, no se puede deducir ningún argumento concluyente para determinar la verdadera existencia de líquido seroso extravasado fuera de lo natural, en el pericardio, causa de la falta de signo patognomónico. En efecto, nada hasta aquí ha retrasado el progreso de la medicina, que la doctrina ilimitada sobre los signos de las enfermedades, y puesto que por no haber curación de enfermedad desconocida, como dice Heister en su Praxis Medica, casualidad, habría que haber optado por promover la ciencia de los signos antes que los candidatos fueran condecorados con la laurea del doctorado, para que buscaran algún signo nuevo en alguna enfermedad, y que fueran obligados por los profesores a hacerlo público en los exámenes.
Denota cierta cultura bibliográfica tanto de autores modernos como antiguos.
“Consultados suficientemente los tratados sobre la hidropesía de pecho, como Morgagni, Senac, Hoffmann, Van Swieten. Lieutaud, no he podido descubrir nada para reconocer con certeza la hidropesía de pericardio; y puesto que ni las contusiones acostumbradas en el pecho, ni las señales de Vieusens por el color lívido que da a los labios y a los párpados, no valen nada para probar su existencia Con el cambio del rostro y la pérdida de apetito, diagnostiqué, sin verla, en una joven recientemente casada, hidropesía de pecho, que otros dos médicos habían considerado afección reumática, y mi pronóstico se vio confirmado con la muerte de la paciente antes de transcurrir seis meses; y al acercarse la enfermedad a su plenitud, aparecen esputos de sangre, un sudor pegadizo y frío por la frente y el pecho, y cierran la escena el «carus» y el estertor, precedidos de diarrea.
(Insuficiencia cardiaca brutal)
Mientras los pulmones sufren de anasarca, la respiración se hace al punto dificultosa al estar impedido el paso de la sangre y por la dilatación insuficiente de las vesículas aéreas; los sueños son agitados, se hinchan los párpados, y los inferiores adquieren un círculo lívido, la pupila muy dilatada; el edema de los pies, piernas y muslos aumenta extraordinariamente de día en día; el pulso se hace tan lento, desigual y débil que con frecuencia escapa al tacto; la lengua está ensuciada; el enfermo experimenta aversión a los alimentos a causa de la debilidad del estómago; no puede permanecer en la misma postura; mientras la enfermedad tiende a su plenitud, la orina es escasa, semejante a la natural y con frecuencia con color de ladrillo; el enfermo orina con disuria y ardor; el aire pasa con tanta dificultad, que el enfermo parece próximo al ahogo, a no ser que los que le asisten lo tengan constantemente erecto en el lecho; la respiración es breve, acelerada, sonora.
A continuación describe la técnica quirúrgica empleada:
Me ha venido a la mente después de madura reflexión abrir el tórax con el escalpelo, como si fuera una paracentesis, entre la quinta y la sexta costillas verdaderas en la curvatura donde comienza su cartílago, y por esta abertura, adormecido el cuerpo, tocar el pericardio para poder asegurarme de si está repleto de líquido seroso o no; no me he arrepentido de este experimento, lo que buscaba. No me resultó igual en el segundo experimento que realicé; pues, habiendo permanecido dudoso durante un espacio de tiempo, como desesperando de realizar el experimento, decidí sacudir el pecho con las manos, mientras el cuerpo dicho permanecía sobre el pericardio; así por el ruido del líquido que se comunicaba hasta aquel, llegué al conocimiento, respiración se realiza violentamente. , ya que el pericardio estaba lleno de agua. En el tercer experimento, no obstante haberlo intentado todo, no pude descubrir nada, por la total adhesión de los pulmones en ambas cavidades del pecho (y el enfermo falleció)
Habla de las características climáticas de Almería y de las costumbres de sus habitantes, aspectos que propician este género de enfermedades (hidropesía y pericarditis)
Las ciudades y los pueblos y montes que los rodean, cuyas entrañas están llenas de minerales, de plomo y de azufre, ofrecen su domicilio a los habitantes; el aire inspirado, que tiene abiertas entrada y salida continuas a través de todos los poros del cuerpo, infectado por las exhalaciones metálicas, daña a los pulmones, al diafragma y a las demás partes que sirven para la respiración. El Austro (viento sur), cálido y húmedo por naturaleza, sopla allí con frecuencia. De cuanto perjudica el Austro allí donde es dominante, es testigo Hipócrates: éstas son sus palabras en el aforismo quinto de la sección tercera: los Austros enervan el oído, dan oscuridad, hacen pesada la cabeza
Se refiere a los habitantes de Almería a los que no considera muy bien en sus habitos higiénicos:
Son perezosos, licenciosos. Abusan de las sangrías, ya para combatir los dolores reumáticos y las pleuritis a que están expuestos, ya como precaución, según dicen. De que para las pleuritis las sangrías son perjudiciales en los lugares en que domina el Austro, nos es suficiente la autoridad de Asclepiades, citado por Aureliano: que en Roma y Atenas fueron perjudiciales los cortes de venas para las pleuritis, porque las citadas ciudades estaban situadas en valles abiertos a los vientos australes; y— que las mismas sangrías para combatir la misma enfermedad, fueron de gran utilidad en Faro y Helesponto porque allí el aire era removido por los vientos boreales. Por el abuso de las sangrías, el estómago queda privado de su facultad de digerir, de fuerza de vigor y, como decían los antiguos, de su calor natural, de donde provienen frecuentemente indigestiones, quilificación imperfecta, humores no digeridos, estasis, caquexia, destilaciones. Se nutren con alimentos de harina; por su laxitud, los padres cartujos que los utilizan por regla, desde hace mucho tiempo nos han dado ejemplo para combatir las hernias y las enfermedades crónicas del pecho.
.....para el desayuno y la comida se alimentan de gachas de harina de sésamo de naturaleza frígida para la cena sobre todo en verano, hacen un agregado de pan cortado en pedacitos, sal, aceite y mucha agua, mezcladas con vinagre muy agrio, al que llaman «gazpacho» en su lengua vernácula, y para refrescarse se hartan de lo que queda, fuertemente ácido, con detrimento del pecho y del estómago.
Para beber utilizan agua y aunque no les desagrada el vino lo beben raras veces en la mesa y aunque la costumbre, como lo atestigua el mismo Hipócrates, es de la mayor importancia para conservar la salud, no obstante como la beben inmoderada e indiscriminadamente, su abuso, añadido a que comen mucho los hace obesos y propensos a las dilataciones e hidropesías de pecho. Por esta obesidad y por el aumento de su corpulencia de día en día, he pronosticado con frecuencia, desde lejos, la hidropesía de pecho en estos ávidos bebedores de agua fría, quienes al despreciar mi consejo de que se moderaran en beber con exceso agua fría, pagaron el castigo de su satisfacción, pasados no muchos años, con molestias y trastornos muy grandes.
En efecto, tenemos en nuestros campos numerosos ejemplos de segadores y caminantes que han muerto en la misma fuente por beber agua fría; al estar fatigados sus cuerpos, hubieran evitado la muerte y muchas veces la hidropesía de la que se vieron afectados, si hubieran bebido el agua mezclada con espirituosos como yo suelo hacer cuando camino en el verano.
De la ingestión de agua fría, por estar muy caliente el cuerpo a causa de la ira, se ha de deducir el origen del llamado «cólico madrileño», según lo que yo he observado en los años que allí viví; entre los candidatos que van a Madrid, para obtener un cargo.
Descripción de los nombres de los individuos a quienes a causa de su hidropesía de pecho, practiqué rápidamente la paracentesis una vez conocida la enfermedad y omitiendo los diuréticos.
En la costa en el campo de Gata, y al que llevaba asistiendo durante cinco meses el cirujano militar Jorge Grenier, titular de la ciudad de Almería. Llamado yo a consulta, apenas vi al enfermo, dictaminé que padecía, cerca de la hidropesía de pericardio, y que, para comprobar el diagnóstico, era preciso realizar una abertura en la curvatura de la sexta costilla verdadera hasta tocar el pericardio. Conocida la enfermedad a primera vista, pues el pericardio estaba lleno fuera de lo normal, enseguida con unas pequeñas tijeras curvas realicé, delante de dicho cirujano, la segunda parte de la operación; el enfermo manifestó inmediatamente que se encontraba mejor. El agua evacuada ascendía a cinco libras, tenía color de ladrillo. Pasadas cinco horas comenzaron a aparecer, fiebre, sed, dolor punzante, angustia, dificultad de respiración, insomnio, enrojecimiento de las mandíbulas; y estos síntomas fueron aumentando gradualmente hasta el quinto día, en que comenzaron a decrecer con la ayuda de una pequeña cantidad reiterada de emulsiones y con la aplicación de emolientes en las partes externas del pecho. El día décimo le prescribí reconstituyentes, tal como se encuentra en mi observación y a los cuarenta días hice que el enfermo cambiara de lugar. Al cumplirse los cuatro meses, comenzó a atender sus obligaciones. Estaba dotado de un temperamento caquéctico.
Tres años después de la operación lo encontré casualmente y, al preguntarle por su salud, me contestó que se encontraba bien; se quejaba de un pequeño dolor fijo, a mi juicio en el mismo lugar en el que se había efectuado la adhesión inflamatoria de las túnicas del pericardio, debido a la incisión hecha en la operación.
El segundo enfermo operado por mí a causa de la misma enfermedad de treinta y siete años de edad, de temperamento bilioso que no se había casado nunca tenia su domicilio en el borde del monte de Armilla; (Alhamilla) labrador, le prestaba cuidados médicos desde hacía tres meses el cirujano Cisneros, segundo titular de la mencionada ciudad.'Clamado yo a consulta, dije que sospechaba se trataba de una hidropesía de pericardio, y hecha la primera apertura de tórax, tras varias discusiones, no encontré nada y casi desesperado de encontrarlo realmente, me vino a la mente otro método: introduciendo unas pinzas anulares hasta el pericardio, y manteniéndolas allí, hacer concusiones por todo el pecho, por medio de las cuales se oyó confusamente el ruido del líquido seroso sobre el cuerpo adormecido; toda esta dificultad nació, como descubrí en la evacuación del agua, porque la hidropesía del pericardio era incompleta, porque la enfermedad no había llegado todavía a su última fase. Pienso con prudente juicio que el líquido seroso evacuado no llegaba a tres libras; estaba teñido de un débil color de sangre; la operación realizada a la manera que he expuesto proporcionó un alivio momentáneo al enfermo; pero pasadas tres horas, quizá debido a su temperamento irritable, se presentó una agitación tan vehemente, y los síntomas que expuse en el primer enfermo aumentaron en tal grado que el otro cirujano y yo pensamos que iba a morir. Pero con un simple método emoliente y aplicándole repetidas veces tranquilizantes en pequeña cantidad y con ayuda de clisteres, a los doce días estaba en disposición de tomar reconstituyentes. Continuó tomándolos, cambió de lugar y, antes de que se cumpliera el quinto mes, comenzó a trabajar. Después de recuperar la salud, él también se quejaba de un pequeño dolor interno fijo y de alguna dificultad para respirar. El enfermo se apellidaba Trapat.
El tercer enfermo que padecía la misma enfermedad, vivía extramuros de la ciudad, no se había casado, era de temperamento melancólico; no recuerdo con exactitud su nombre, sólo que vivía de la industria y llevaba enfermo ocho meses, llamado para aplicarle algún remedio, sospeché hidropesía de pericardio y realicé la primera parte de mi operación en ambas partes del tórax; mas fue en vano su trabajo a causa de la adhesión de los pulmones a la pleura en ambos lados, y el enfermo, presa de una fuerte fiebre a causa de la herida murió rápidamente a los cuatro días, y aunque ofrecí una cantidad de dinero, me fue denegada, con gran dolor de mi alma, la inspección furtiva del cadáver.
El mismo día del segundo año de este siglo (1802), en el mes de abril, operé por hidropesía de pecho a dos soldados que vivían junto al castillo de San Pedro, de temperamento caquéctico el primero llamado Ribera y el segundo Lanos; ninguno llegaba a los treinta años; omití antes los diuréticos y los demás medicamentos apropiados para curar la enfermedad. Pasados cinco días se fueron mitigando los síntomas provenientes de la fiebre a causa de las heridas, pues éstos, tal vez debido a su temperamento, no fueron muy intensos pero, no obstante, les apliqué emolientes externos y tranquilizantes internos, repetidos frecuentes veces una pequeña cantidad, y con ayuda de clisteres, llegué a los reconstituyentes a los ocho días. La cantidad de agua evacuada de color de ladrillo, bastaría para llenar dos vasos medianos. A los cuatro meses habían conseguido la salud, tras cambiar de lugar y continuar el régimen que les propuse. Ambos padecían del lado izquierdo.
El año tercero de este mismo siglo, cierto vendedor llamado por la gente Gallo, fue operado en mi misma casa de hidropesía de pecho; pero, al ser débiles los síntomas que siguieron a la apertura del tórax, y sintiéndose mejor su parecer, no quiso los reconstituyentes. Habiendo vuelto a su oficio de revendedor tuvo una recaída, y aunque le fueron administrados medicamentos diuréticos por otro cirujano, y, aunque en vista de su inutilidad, le fue practicada después la operación de paracentesis, murió, según me fue comunicado de fuente fidedigna. Este enfermo era osado, de temperamento bilioso; la operación fue realizada por mí en el mes de mayo, apenas conocida la enfermedad y habiendo omitido todos los medicamentos. El agua que salió era muy roja, teñida un poco de color amarillento, su cantidad ascendería a tres vasos medianos. La perforación del lado derecho fue realizada porque la enfermedad estaba situada allí. Las fuerzas robustas del enfermo, la enfermedad incipiente, aunque difícil de conocer, la diátesis de los humores, la experiencia de un médico audaz, consolidada visitando enfermos y curando enfermedades, sin descuidar la elección de un lugar dotado de aire de buena calidad, conducen de manera extraordinaria a esto, que la operación tenga éxito feliz, o que sea un fracaso.
Aquí tienes sapientísima Academia lo que me has pedido; esto es cuanto, según lo que recuerdo, le puedo ofrecer con respecto a lo que he realizado en la observación de la hidropesía de pecho y pericardio, en el mes de noviembre, dos mujeres viudas, la primera de 35 años, llamada María de Ríos, la segunda de 40 años, llamada Antonia Pérez, y que vivían ambas en una cueva extramuros de la ciudad, fueron operadas por mí, apenas conocida la enfermedad, de hidropesía de pecho, omitidos todos los demás remedios. El agua evacuada de color rojo débil, cuya cantidad juzgo que ascendería en ambas a dos libras, dio testimonio de que la operación no había sido realizada en vano. Los síntomas subsiguientes a las heridas de la operación aparecieron en la misma mañana de la operación y con gran fuerza, a causa de su temperamento irritable; pero dominándolo con el método ya practicado en otros, pasé a los reconstituyentes a los doce días; con estas cosas más el cambio de lugar, habían alcanzado la salud antes del cuarto mes, y me dieron glándulas del estómago; al adquirir la flogosis su túnica muscular y mucosa, con daño para el cardias, el píloro, el duodeno, el plexo solar, el gran simpático; suprimida y disminuida la transpiración imperceptible y la absorción de los vasos linfáticos, les atacan espasmos, retracciones, parálisis y los demás síntomas de esta enfermedad. He sentido gran complacencia en presentar estas observaciones, aunque sea fuera del quorum, como dicen a causa de las inexactas observaciones que sobre este cólico se oyen en la escuela de Paris, no digo nada del uso de bebidas heladas, tan grandes enemigas del pecho, como lo expresa Hipócrates en el aforismo quinto de la sección quinta; ni voy a hablar sobre el tragarse asiduamente el humo del tabaco envuelto en papel blanco para que arda, cuyos graves perjuicios manifiesta la disección de cadáveres. En verano toman el aire fresco.
Los que ha tratado ex profeso de esta enfermedad confiesen sinceramente que la hidropesía de pecho es enfermedad muy peligrosa, difícil de reconocer en sus comienzos, y una vez reconocida de curación bastante difícil.
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Si al tomar diuréticos la orina es semejante a la natural, pocos se curan, si realiza la parecentesis, el líquido seroso que se ha extraído hiede, el peligro es inminente; si aparecen esputos cruentos cuando la enfermedad tiende a su fin, la cosa es desesperada.
Quienes con inhumana decisión espera eliminar la raíz de la podagra, obligan al enfermo a que beba cuarenta libras de agua caliente en espacio de veinticuatro horas, como he visto algunas veces, aunque hayan evitado el paroxismo cercano, antes de que transcurra un año caen en una hidropesía de pecho, imposible de medicar, que rápidamente será mortal. Para curar toda hidropesía de pecho ofrecen dos posibilidades según los que tienen experiencia, evacuación del líquido seroso extravasado fuera del lugar natural fortalecimiento de las partes débiles, u obturación de los orígenes de las fuentes que manan. Yo añadiría una tercera, corrección de la diátesis fuera de lo natural de los humores ya existentes.
Además, donde se ha realizadola paracentesis juzgo que nunca es necesaria ni la tenebración del esternón recomendada por Pedro Salio y Guido Patino, ni la trepanación del mismo para evacuar el agua del mediastino propuesta por Riolano. Ni juzgo útil presentar diuréticos para evacuarlo, comenzando por los más leves sin omitir los preparados con cebolla albarrana, pero siempre se perdió mi esfuerzo y trabajo en vano. Rechacé los purgantes higrogogos, los sudoríficos, el corte de vena, como perjudiciales, y llegué por último, como un áncora sagrada a la paracentesis, realizada en el lugar ordinario, junto a la espina dorsal; y habiéndola puesto en práctica diecinueve veces, vi que todos los enfermos, morían pasados unos días. Por este motivo queriendo velar por los hombres, para que no perecieran tantos, y para que la fama de la Facultad no corriera peligro, me pareció bien utilizar una licencia médica, del mismo modo que los poetas pueden gozar de una licencia que llaman poética: me aparté de la práctica común y tomé otro camino, apoyándome en las siguientes razones; Si esta comprobado por la experiencia que no se da en la naturaleza un medicamento diurético infalible; si no hay lugar para la segunda indicación, esto es, para la obturación del origen de la fuente que mana, ano ser que se haya cumplido la segunda indicación, la evacuación del líquido seroso, si este líquido extravasado y detenido largo tiempo fuera de su lugar natural se hace cada día más agudo y macera, oprime, corroe las partes contiguas, ¿por qué, al punto que se haya conocido el hidrotórax no se puede practicar de inmediato la paracentesis, que extrae en un momento el liquido seroso.
Cinco veces he practicado la paracentesis, omitiendo los diuréticos, una vez conocida la existencia de líquido seroso extravasado en la cavidad del pecho. Cinco veces los resultados felices correspondieron a mis deseos, excepto en el quinto enfermo que, por descuidar los reconstituyentes y no cambiarlo, haberle sido reiterada la paracentesis por otro cirujano en el sitio ordinario, una vez confirmada la enfermedad y tras probar todos los diuréticos.
Cuando por el descubrimiento que antes he insinuado me he cerciorado de la hidropesía de pericardio, por medio de una apertura en la parte anterior del pecho, al modo de una paracentesis, realizada con un escalpelo junto a la curvatura dela sexta costilla verdadera donde comienza el cartílago, colocado el enfermo un poco hacia el lado que ha de ser operado, introducidas unas pequeñas pinzas anulares para levantar las túnicas del pericardio, sin olvidarlos conocimientos anatómicos, practico un pequeño corte al pericardio con unas pequeñas tijeras curvas, por el que es evacuado el líquido seroso hacia la cavidad del pecho, y desde ésta es extraído, según le plazca al médico, tras colocar al enfermen posición conveniente. Dos veces he realizado la paracentesis de pericardio de la manera dicha con feliz resultado. Todas estas fases deben realizarse con rapidez, para evitar la menor entrada de aire en la cavidad d la paracentesis para evacuar el líquido seroso que existe en la cavidad del pecho, realizada en el sitio elegido, se siguen muchas ventajas.
Mientras el agua está alojada en las cavidades puede ser evacuada poco a poco a voluntad del médico, sin que el enfermo sufra ninguna lipotimia si la extravasación es grande, sobre todo si se coloca al enfermo en posición conveniente.
• . Una vez disminuidos los síntomas de las operaciones que las veces son bastantes vehementes, los reconstituyentes de sal esencial de quinina, mezcladas las pequeñas y frecuentes dosis reiteradas durante muchos días, con una pequeñísima cantidad de ajenjo, llenan toda la página. Los cardos de carne de perdices y de capones en forma de consomé proporcionan un excelente alimento nutritivo a los enfermos. El pan de trigo tostado, empapado en vino tinto, aderezado con azúcar y cinamomo fortalece el estómago; si a esto le añades el cambiarlos de lugar, aquí tienes todos los remedios necesarios para que se recuperen los enfermos de esta enfermedad, sacados de la farmacia y de la higiene. El estómago, si no tiene fuerza, no puede asimilar ni el polvo de quiquina, ni los demás preparados de la misma. La sal esencial de la misma se debe preferir a los demás preparados de quiquina, porque al fortalecer el estómago, no lo carga ni causa diarrea, lo que debe ser muy valorado por el médico, ya que de otro modo, el enfermo se debilita y se puede dar ocasión de recaída. Mientras que el pulmón padezca de anasarca en vano esperaras efectos saludables solamente de los diuréticos. Las escarificaciones realizadas en los maléolos por las conexiones entre el pecho y los miembros inferiores, como bien observo Baglivi, son de gran utilidad. Como testimonio de esta exposición, baste entre otros ejemplos con el de la ilustre señora condesa de Almansa, mujer de hermoso rostro, hija del hermano del general Herrasti, hoy gobernador de Barcelona, que padecía de anasarca de pulmones contraída en su juventud;llamado yo a consulta en el mismo momento en que se le administraba la extrema unción, oídos tres peritos con los colegas que de común acuerdo la atendían, examinada la enferma, que presentaba este aspecto: los ojos saltando de las órbitas y llorosos, el rostro muy hinchado, lívido; la lengua y los labios negros, las fosas nasales abiertas, la respiración corta y acelerada de modo que parecia iba a exhalar el espíritu a causa de su angustia; estaba sentada derecha en el lecho, inclinando el cuerpo sobre el pecho y sostenida por los que la rodeaban; el edema desde los pies hasta las ingles era tan agudo, las manos hinchadas, no orinaba, el pulso se percibia tan debil y blando que con mucha frecuencia escapaba al tacto; a todo esto se añadía el estertor y la voz llena de gemidos; considerando inminente el desenlace y desechando el seccionarle por cuarta vez la vena, que por consenso unánime habían decidido practicarle, fue del parecer que el único remedio, aunque remoto, sólo podía esperarse de largas y profundas escarificaciones. Cuando oyeron esto los médicos, todos emprendieron una bonita huida, y yo hubiera seguido el mismo camino, si no me hubieran detenido los familiares y el mozo que la acompañaban que de mil modos me rogaron que hiciera lo que quisiera. Inmediatamente realicé doce escarificaciones en las extremidades inferiores; y como no hubieran producido efecto alguno y el peligro fuera bastante más grave, habiendo escuchado de mí la enferma que la salvación sólo dependía de las escarificaciones, con voz queda musitó: «Quema, corta, no tengas reparo». Oído esto, a las primeras añadí otras doce escarificaciones; reanimada por éstas y por mis promesas de que recuperaría la salud, cuando pasó una hora, habiendo evacuado abundante líquido seroso y habiéndose tornado más libre la respiración y el pulso más regular y perceptible, me atrevía a decir que al octavo día los edemas y los demás síntomas tan graves habían volado de delante de nuestros ojos al cielo; pero como permanecían una ligera fiebre, un poco de tos y la respiración un tanto dificultosa, la envié a respirar los aires nativos, habiéndole hecho tomar antes unas bebidas de esencia de nitro dulce, una dracma (octava parte de una onza), con diez onzas de agua de melisa simple, endulzadas con dos onzas de sirope de malvavisco. Para evitar la gangrena mande aplicar en las escarificaciones templados humedecidos en vino rojo cocido de rosas rojas. Finalmente la fortalecí con esencial de quinina y ajenjo, y con los caldos antes recordados. A los cuatro meses recupera la salud completamente y después ha sido madre de dos niños, y he estado hablando con ella en el pasado mes de septiembre, en Granada, en casa de su padre.
Las restantes clases de hidrotorax se deben de tratar casi de la misma manera si son capaces de curación, esto es, sino dependen de un defecto orgánico. Todo lo que he dicho hasta aquí, aunque yo lo he realizado, lo he descubierto y lo he recomendado realizar, pienso que no es tan seguro que pueda hacerse del tiempo que me sea posible, sometiéndolas todas a vuestro criterio.
Junto con la edición de las memorias se incluyen dictámenes y testimonios de conocidos médicos de la época como los de Philippe Pinel (1755-1826) y de Jean-Nicolás Marjolin (1770-1849), alabando la nueva aportación a la medicina, junto con los de Pierre-Franqois Percy (1754-1825) quien le propone como socio correspondiente de la Entidad ante el deseo expresado por Romero de regresar a España.
Por lo que respecta a su paso por Almería, el 12 de Abril de 1812 fue nombrado medico titular del Hospital de Santa Maria Magdalena y al mes siguiente, en mayo, médico titular del municipio junto con Vicente Tamarit.31 De su actividad tanto en el Hospital como en la ciudad, es difícil hallar datos ya que probablemente marcharía con los franceses en septiembre de 1812,quedando limitada su actividad a los meses de Abril a Septiembre.
Su vida en el exilio podemos suponerla a través de la documentación expuesta y, gracias a algunos escritos hallados en París, sabemos que Romero vivió con la esperanza de volver a España, deseo que ignoramos si llegó a realizar aunque, dados los avatares de la política española, posiblemente murió en París, en su domicilio del número 24 de la me de LÉcole de Medicine, que figura en el pie de imprenta del Essaisur les mohines de reconnaitre L`éxistence de la maladie vérénienne. El testimonio de Percy, también sin clasificar, se encuentra en la facultad de medicina de París
OTRAS APORTACIONES DE ROMERO A LA MEDICINA
En un ambiente difícil plagado de miserias epidemias y guerras este osado cirujano, mas que osado y según sus descripciones era forzado por luchar contra la muerte en enfermos que si no se les hubiera practicado esta operación in extremis a vida o muerte forzados por la amenaza de una muerte cierta.
Su bibliografía, sin embargo, no termina con aquella aportación. Otros estudios de menor importancia ajenos al tema principal se reflejan en una Observatio de croupv y unos ensayos sobre la enfermedad venérea, 28, de las que hay que decir -respecto a la primera- que frente a su atrevida actuación ante el hidrotórax y el hidropericardio, en el croup se muestra extraordinariamente cauto antela realización de una traqueotomía.
La difteria: En las páginas 33 a 36 de su Observatio expone los síntomas de la difteria, que había observado en una niña de tres años, hija del vicecónsul de francés en Almería Juan José Rambaud. Estos síntomas serian: fiebre, frió repentino, distress respiratorio, rubicundez facial, cefaleas, los ojos brillantes, las narices abiertas, gemidos, el pulso irregular, tos seca y frecuente, la lengua y los labios secos, ansia de beber, las manos en la laringe)”ubi manos , ibi dolor”).
En cuanto al tratamiento, no esta de acuerdo con la traqueotomía, siendo partidario de suministrar otros remedios metódicamente y con la mayor urgencia.
“Ensayo sobre los modos de reconocer las enfermedades venéreas antes de su desarrollo” de Francisco Romero. Obra editada en París en 1815
Respecto a la sífilis preconizaba la aparición de diversos síntomas precursores a la enfermedad en sí.
Para eso pretendió recabar información entre los clientes de las mancebías almerienses, cuestión en la que no tuvo éxito por la resistencia de los mismos a confesar su pecado.
Pero dado a su amor a la ciencia y su progreso, como el mismo confiesa, se inocula la sífilis, curando de sus reacciones, también inocula a su hijo de siete años que también cura.
Romero llega a justificar sus experiencias comparándose al mismísimo Colón cuando dice
“Pero yo me digo, ¿Cristóbal Colón habría descubierto América si se hubiera retenido por creencias pusilánimes?.Por lo demás, todos los obstáculos han cedido ante mi ardiente amor por la ciencia, pasión que me ha tiranizado toda mi vida, que me ha llevado a hacer sobre mí mismo, en detrimento de mi salud un gran número de experiencias..”
Hace además otras aportaciones a la fiebre amarilla.
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