MEMENTO HÓMINE (poema del Ausente)
(Uno de los poemas mas bellos de la lengua castellana)
A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!
POEMA DEL AUSENTE
Nada de un párrafo de gracias.
Escuetamente, gracias como corresponde
al laconismo militar de nuestro estilo.
Cuando, en marzo de 1762, un hombre nefasto,
que se llamaba Juan Jacobo Rousseau,
publicó El contrato social,
Dejó de ser la verdad política una entidad permanente.
Antes, en otras épocas más profundas,
Los Estados
Que eran ejecutores de misiones históricas
Tenían inscritas sobre sus frentes y aun sobre los astros
La justicia y la verdad.
Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de razón
Sino que eran, en cada instante
Decisiones de voluntad.
Juan Jacobo Rousseau suponía
Que el conjunto de los que vivimos en un pueblo
Tiene un alma superior
De jerarquía diferente a cada una de nuestras almas
Y que ese yo superior está dotado de una voluntad infalible
Capaz de definir en cada instante lo justo y lo injusto
El bien y el mal.
Y como esa voluntad colectiva
Esa voluntad soberana,
sólo se expresa por medio del sufragio
conjetura de los más que triunfa sobre la de los menos
en la adivinación de la voluntad superior,
venía a resultar que el plebiscito
esa ficción de las papeletas entradas en una urna de cristal
tenía la virtud de decirnos en cada instante
si Dios existía o no existía
si la verdad era la verdad o no era la verdad,
si la Patria debía permanecer o si era mejor que en un momento,
se suicidase.
Como el Estado liberal fue un servidor de esa doctrina,
vino a constituirse no ya en el ejecutor resuelto
de los destinos nacionales
sino en el espectador de las luchas electorales.
Para el Estado liberal sólo era lo importante
las mesas de votación donde hubiera sentado
un número de individuos
que las elecciones empezaran a las nueve y acabaran a las ocho
que no se rompieran las urnas.
Cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas.
Después, a respetar tranquilamente
lo que de las urnas saliera
como si a él no le importase nada.
los gobernantes liberales no creían ni siquiera en su misión propia;
no creían que ellos mismos estuviesen allí cumpliendo un respetable deber,
todo el que pensara lo contrario y se propusiera asaltar el Estado
por las buenas o por las malas,
tenía igual derecho a decirlo y a intentarlo que los,
guardianes del Estado mismo a defenderlo.
el sistema democrático,
es
el más ruinoso sistema de derroche de energías.
Un hombre dotado para la altísima función de gobernar,
que es tal vez la más noble de las funciones humanas,
tiene que dedicar el ochenta, el noventa o el noventa y cinco por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias
a hacer propaganda electoral, a dormitar
en los escaños del Congreso,
a adular a los electores,
a aguantar sus impertinencias, porque de los electores va a recibir el Poder;
a soportar humillaciones y vejámenes de los que, precisamente por la función cuasi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle;
y si, después de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas
en la madrugada,
o de algunos minutos robados a un descanso intranquilo,
en ese mínimo sobrante es cuando el hombre dotado para gobernar
podía pensar seriamente en las funciones sustantivas de Gobierno.
Vino después la pérdida de la unidad espiritual de los pueblos,
porque como el sistema funcionaba sobre el logro de las mayorías
todo aquel que aspiraba a ganar el sistema, tenía que procurarse la mayoría de los sufragios.
Y tenía que procurárselos robándolos, si era preciso, a los otros partidos,
y para ello no tenía que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento.
Y así, siendo la fraternidad uno de los postulados que el Estado liberal nos mostraba en su frontispicio, no hubo nunca situación de vida colectiva donde los hombres injuriados, enemigos unos de otros, se sintieran menos hermanos que en la vida turbulenta y desagradable del Estado liberal.
El Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica,
porque a los obreros, con trágico sarcasmo,
se les decía:
«Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones;
ahora bien:
como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres,
si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas;
pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones
que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal».
Y así veríais cómo en los países
donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separamos
unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontramos con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias,
en un límite de decoro casi infrahumano.
Y os encontraríais trabajadores de los campos que de sol a sol
se doblaban sobre la tierra,
abrasadas las costillas
y que ganaban en todo el año
gracias al libre juego de la economía liberal, algunos míseros jornales .
Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento
(nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo.
Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema, que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.
Ahora, que el socialismo, que fue una reacción legítima
contra aquella esclavitud liberal
vino a descarriarse,
porque dio, primero, en la interpretación materialista
de la vida y de la Historia;
segundo, en un sentido de represalia;
tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.
El socialismo, sobre todo
el socialismo que construyeron, impasibles en la frialdad de sus gabinetes,
los apóstoles socialistas,
en quienes creen los obreros.
El socialismo así entendido, no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual se suprime;
la Religión es un opio del pueblo; la Patria es un mito para explotar a los desgraciados. Todo eso expresa el socialismo.
No hay más que producción, organización económica.
Así es que los obreros tienen que estrujar bien sus almas para que no quede dentro de ellas la menor gota de espiritualidad.
No aspira el socialismo a restablecer una justicia social rota por el mal funcionamiento de los Estados liberales
sino que aspira a la represalia
aspira a llegar en la injusticia a tantos límites
más allá cuantos más acá llegaran en la injusticia los sistemas miserables.
Por último, el marxismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases
son indispensables,
y se producen naturalmente en la vida, porque no puede haber nunca nada que las aplaque.
Y el socialismo, que vino a ser una crítica justa del liberalismo económico, nos trajo, por otro camino, lo mismo que el liberalismo económico: la disgregación, el odio, la separación,
el olvido de todo vínculo de hermandad
y de solidaridad entre los hombres.
Así resulta que cuando nosotros, los hombres de nuestra generación,
abrimos los ojos,
nos encontramos con un mundo en ruina moral,
un mundo escindido en toda suerte de diferencias;
y por lo que nos toca de cerca,
nos encontramos en una España en ruina moral,
una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas.
Y así, nosotros tenemos que llorar en el fondo de nuestra
alma cuando recorremos los pueblos de esa España maravillosa,
esos pueblos en donde todavía, bajo la capa más humilde,
se descubren gentes dotadas de una elegancia rústica
que no tienen un gesto excesivo ni una palabra ociosa,
gentes que viven sobre una tierra seca en apariencia,
con sequedad exterior, pero que nos asombra
con la fecundidad que estalla en el triunfo de los pámpanos y los trigos.
Cuando recorremos esas tierras y veíamos esas gentes,
y las sabíamos torturadas por pequeños caciques,
olvidadas por todos los grupos, divididas, envenenadas por predicaciones tortuosas,
teníamos que pensar de todo ese pueblo
----------------------------------------------------------
Eso vinimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza :
Este movimiento (…), que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido,
sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas.
Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta,
y la izquierda es, en el fondo,
el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría
se arrastren muchas cosas buenas.
Luego, esto se decora en unos y otros con una serie de consideraciones espirituales.
Sepan todos los que nos escuchan de buena fe que estas consideraciones espirituales caben todas en nuestro movimiento; pero que nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo o al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas.
La Patria es una unidad total,
en que se integran todos los individuos y todas las clases;
la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado.
La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible,
con fines propios que cumplir; y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este día,
y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de esa unidad permanente, de esa unidad irrevocable que se llama Patria.
»Y con eso ya tenemos todo el motor de nuestros actos futuros
y de nuestra conducta presente, porque nosotros seríamos un partido más si viniéramos a enunciar un programa de soluciones concretas.
Tales programas tienen la ventaja de que nunca se cumplen. En cambio, cuando se tiene un sentido permanente ante la Historia y ante la vida, ese propio sentido
nos da las soluciones ante lo concreto,
como el amor nos dice en qué caso debemos reñir
y en qué caso nos debemos abrazar, sin que un verdadero amor tenga hecho un mínimo programa de abrazos y de riñas.
»He aquí lo que exige nuestro sentido total de la Patria y del Estado que ha de servirla.
»Que todos los pueblos de España, por diversos que sean, se sientan armonizados en una irrevocable unidad de destino.
-----------------------------------
Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político;en cambio, nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un Municipio;
nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo.
Pues si ésas son nuestras unidades naturales,
si la familia y el Municipio y la corporación
es en lo que de veras vivimos,
¿para qué necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos,
que, para unimos en grupos artificiales, empiezan por desunimos en nuestras realidades auténticas?
»Queremos menos palabrería liberal y
más respeto a la libertad profunda del hombre.
Porque sólo se respeta la libertad del hombre
cuando se le estima, como nosotros le estimamos,
portador de valores eternos; cuando se le estima
envoltura corporal de un alma
Sólo cuando al hombre se le considera así, se puede decir que se respeta de veras su libertad,
y más todavía si esa libertad se conjuga, como nosotros pretendemos, en un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden.
»Queremos que todos se sientan miembros
de una comunidad seria y completa; es decir,
que las funciones a realizar son muchas: unos,
con el trabajo manual; otros, con el trabajo del espíritu;
algunos, con un magisterio de costumbres y refinamientos.
Pero que en una comunidad tal como la que nosotros apetecernos,
sépase desde ahora, no debe haber convidados ni debe haber zánganos.
»Queremos que no se canten derechos individuales
de los que no pueden cumplirse nunca en casa de los famélicos,
sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política,
por el hecho de serio, la manera de ganarse con su trabajo
una vida humana, justa y digna.
»Queremos que el espíritu religioso,
clave de los mejores arcos de nuestra Historia, sea respetado
y amparado como merece, sin que por eso
el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias
ni comparta como lo hacía, tal vez por otros intereses que los de la verdadera Religión funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo.
»Queremos que España recobre resueltamente
el sentido universal de su cultura y de su Historia.
si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia,
no nos detengamos ante la violencia.
Porque, ¿quién ha dicho al hablar de "todo menos la violencia" que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad?
¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica o la educación o “lo políticamente correcto” como primer instrumento de comunicación.
Pero no hay más dialéctica admisible que la
dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.
»Esto es lo que pensamos nosotros del Estado futuro
que hemos de afanamos en edificar.
»Pero nuestro movimiento no estaría del todo entendido si se creyera
que es una manera de pensar tan sólo; no es una manera de pensar:
es una manera de ser. No debemos proponemos sólo la construcción, la arquitectura política. Tenemos que adoptar, ante la vida entera, en cada uno de nuestros actos, una actitud humana, profunda y completa.
Esta actitud es el espíritu de servicio y de sacrificio,
el sentido ascético y militar de la vida.
Así, pues, no imagine nadie que aquí se recluta para ofrecer prebendas;
no imagine nadie que aquí nos reunimos para defender privilegios.
Yo quisiera que este micrófono que tengo delante
llevara mi voz hasta los últimos rincones de los hogares obreros,
para decirles: ----
venimos a luchar porque a muchos de nuestras clases se les impongan sacrificios duros y justos, y venimos a luchar por que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes.
--------------
»Yo creo que está alzada la bandera
Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente.
Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución
creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación!
A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!
»En un movimiento poético, nosotros levantaremos
este fervoroso afán de España;
nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos,
y de nosotros será el triunfo, triunfo que ¿para qué os lo voy a decir? no vamos a lograr en las elecciones próximas. En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí vuestra España,
ni está ahí nuestro marco.
Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio.
Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos.
No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio.
Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas, Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.»