Eurípides
escribió “Esclavo es aquel que no puede pronunciar sus pensamientos”
Escribo un opúsculo que es el resultado de varios años de
reflexiones y anotaciones, en torno al estado y evolución de la llamada
“Medicina Primaria” o “Medicina de Familia” en la que sin menospreciar no
obviar la necesidad de los avances médicos o de gestión, ambos muy importantes,
se medita sobre el papel del médico general de cabecera o de familia—el médico
en definitiva—en el sistema sanitario actual.
En su contenido se reflexiona sobre
algunas deficiencias del sistema, solo con el afán de mejorar la asistencia que
prestamos a nuestros pacientes durante nuestra labor diaria.
Todo lo que deseo exponer en estos
pensamientos y anotaciones está destinado tanto a la vindicación de la medicina
y del hombre enfermo, como a la defensa de la libertad. Y de la libertad de
expresión.
He de manifestar que estas reflexiones las hago a título
personal, nunca como funcionario de la Sanidad Pública, pero tampoco como
sicario de nada ni de nadie y menos del sistema. No se me tache de nostálgico o
trasnochado dado que conozco la realidad actual y sociológica de la medicina.
Conozco y respeto al máximo los últimos y modernos avances
de la tecnología médica y farmacológica, y estoy diariamente desde hace treinta
y cinco años en la realidad asistencial como médico práctico.
Pretendo también con estas líneas, aparte de hacer una
revisión conceptual de la práctica de la Medicina Primaria, defender y motivar
a la clase médica en general y en especial a todos los profesionales de la
Atención Familiar y Comunitaria.
Veo necesario
“determinar los vínculos entre la medicina, la economía, el poder y la
sociedad para ver en qué medida se puede rectificar o aplicar el modelo”
(Focault)
“Ruego a
los dioses que castiguen a los perjuros, indignos profanadores del sacerdocio
médico que utilicen su arte al servicio de otras presiones, de otros “poderes”
que no sen estrictamente sanitarios”
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