12/21/2012

A MODO DE DIARIO


A MODO DE DIARIO


Gracias Dios mío por haberme hecho médico
Dios me de fuerza muchos años más  para atender a mis enfermos.
A Dios le doy gracias por ser  médico, A PESAR DE MIS SESENTA Y TANTOS AÑOS DE EDAD  Y CUARENTA DE EJERCICIO

La Providencia Eterna me ha encargado la misión de cuidar la vida y salud de sus criaturas.
A ella ruego que el amor por mi arte me fortalezca en todas las ocasiones; que nunca me desvíen de mis propósitos la avaricia ni la mezquindad, el afán de gloria o de gran reputación; que los enemigos de la verdad y la filantropía no puedan impedir mi animó de servir a sus hijos; que siempre vea en el enfermo una criatura dolorida.
Dame fuerza, tiempo y oportunidad para aumentar mis conocimientos y abjurar de mis errores.
Porque la ciencia es inmensa y el espíritu del hombre puede enriquecerse siempre con nuevas enseñanzas.
Que en el día de hoy descubra mis desaciertos de ayer y en el de mañana, vea con nuevas luces lo que hoy me parece seguro.
Dios mío: me has señalado la labor de vigilar la vida y la muerte de tus criaturas; aquí estoy, atento a mi vocación hasta que quieras llamarme a tu seno”.
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El mundo te parecerá un vasto hospital, una asamblea de individuos que se quejan. Tu vida transcurrirá a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y las almas, viendo unas veces el duelo de quien es destrozado por la pérdida de su padre, y otras la hipocresía que, a la cabecera del agonizante, hace cálculos sobre la herencia.
ESCULAPIO
Cuando a costa de muchos esfuerzos hayas prolongado la existencia de algunos ancianos o de niños débiles y deformes, vendrá una guerra que destruirá lo más sano que hay en la ciudad. Entonces te encargarán que separes los menos dotados de los más robustos, para salvar a los enclenques y enviar a los fuertes a la muerte.
Piénsalo bien mientras estás a tiempo. Pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres, a la ingratitud; si, sabiendo que te verás muchas veces solo entre fieras humanas, tienes el alma lo bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido, si te juzgas suficientemente pagado con la dicha de una madre que acaba de dar a luz, con una cara que sonríe porque el dolor se ha aliviado, con la paz de un moribundo a quien acompañas hasta el final; si ansías conocer al hombre y penetrar en la trágica grandeza de su destino, entonces, hazte médico, hijo mío.


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