CRISTUS MÉDICUS
Jesús en su vida pública, hizo dos cosas: enseñó su Verdad y fue médico; señaló el camino de la redención del alma y venció la enfermedad del cuerpo y aun a la muerte. Para mostrarnos su divinidad hizo milagros. Y fundamentalmente milagros médicos. Pero Jesús no mejoró enfermos sólo para exhibir su poder sobrenatural, ni tan siquiera por mera caridad o compasión. Lo hizo porque Él era la vida y, “el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25).El era quien evitaba la muerte, la enfermedad y el sufrimiento
La medicina integra lo físico y el ministerio lo espiritual. Podemos ver al ser humano en forma integral: “El Espíritu del Señor esta sobre mi, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A proporcionar libertad a los cautivos y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos”.Él mismo, tras sufrir enormes padecimientos físicos y morir en la cruz, resucita.http://www.youtube.com/watch?v=R07oxeUfz0Y&feature=related
No obstante, aun cuando el Evangelio esclarece como ningún otro texto religioso el enigma de la enfermedad, no existe propiamente una medicina cristiana, como un procedimiento de diagnóstico y sanación diferentes. La medicina, al menos como se practica desde los tiempos de Hipócrates, es un saber científico-natural y un arte clínico independiente de cualquier confesión de fe. Pero lo que sí es posible es tener una visión cristiana y una actitud evangélica frente al quehacer de la medicina, como ocurre con toda la actividad del hombre, pero que en el acto médico adquiere una particular importancia debido a que éste se vincula -directamente- con el nacimiento y con la muerte, que son los momentos concluyentes del existir.
Pero, sin duda, para la visión humanista del acto médico, lo más interesante son las propias sanaciones de Jesús. La terapéutica evangélica, es compleja y variada. Jesús curó de diversos modos. A unos les impuso las manos. Jesús coge tierra, la mezcla con saliva, forma barro, lo pone en los párpados del ciego y le dice: “Lávate en la fuente”; y el ciego recupera su visión. Usó un medicamento: el barro; y aquí podría decirse que radica el fundamento evangélico de la farmacoterapia. (Recuérdese que el excelente antibiótico llamado terramicina se extrajo de la tierra) éste fármaco, en última instancia, es sólo el “barro de Jesús”. Sin duda la paz, el bienestar y la alegría no están en la molécula de un sedante o de un antidepresivo. El médico -lo sepa o lo ignore- es sólo un instrumento de la voluntad curativa de Dios: el CRISTUS MEDICUS
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